Por ejemplo, la persona que lo padece, normalmente presenta esas sensaciones cuando está sentado o tumbado, y esto hace que tenga la necesidad de mover las piernas, levantarse y/o caminar, ya que con el movimiento las molestias desagradables se alivian de forma total o parcial. Estas sensaciones son descritas normalmente por los pacientes como: “hormigueo”, “calambres”, “pinchazos”, “nerviosismo”, “sensaciones extrañas profundas”, “quemazón”, etc…
Entre un 5 y un 10% de la población pueden tener este síndrome, y lo padecen tanto hombres como mujeres. Normalmente es un síndrome que no desaparece a lo largo de la vida, y normalmente empeora conforme pasa el tiempo desde el diagnóstico. Aún se desconoce cuál es su causa, pero parece tener un fuerte componente genético, de manera que algunos estudios indican que más del 50% de las personas evaluadas tienen algún familiar con síntomas similares.
Las sensaciones que caracterizan el síndrome de piernas inquietas no son dolorosas, pero sí son lo suficientemente incómodas como para interferir en otros ámbitos de la vida como por ejemplo el sueño. Aproximadamente, el 80% de los pacientes experimentan movimientos de las piernas durante el sueño, provocándoles dificultades a la hora de dormirse y/o permanecer dormido durante la noche. Por lo tanto, el insomnio es la principal queja de las personas que padecen el síndrome de piernas inquietas. Incluso en fases muy avanzadas y/o casos muy graves puede generar un gran problema, ya que el paciente no podrá tumbarse en la cama para dormir. Además, las alteraciones del sueño pueden provocar dificultades durante el día. Concretamente, se puede ver afectada la capacidad de concentración y la capacidad de trabajo, así como la capacidad para participar en actividades sociales y de ocio. Asimismo, puede causar cambios de humor que pueden afectar a las relaciones personales. En definitiva, el síndrome de piernas inquietas puede llegar a empeorar la calidad de la vida diaria de la persona que lo padece.
No existen pruebas específicas para establecer el diagnóstico de síndrome de piernas inquietas. Sin embargo, mediante la realización de un estudio de sueño completo (en el que se incluya la evaluación de los movimientos de las piernas) se puede observar si existen estos movimientos durante la noche y si estos afectan a la calidad del sueño, y esto puede ser de gran ayuda.
Del mismo modo, no existe un tratamiento que cure la enfermedad por completo, pero si existen algunas recomendaciones, además del tratamiento farmacológico, que ayudan a mejorar los síntomas y a dormir mejor. Por ejemplo, es importante mantener un horario de sueño regular, realizar ejercicio físico moderado, y reducir o eliminar las sustancias que hacen más probable que los síntomas aparezcan (café, té y refrescos excitantes) y los medicamentos que puedan empeorar los síntomas (por ejemplo algunos antihistamínicos y antidepresivos).
La fatiga y la somnolencia tienden a empeorar los síntomas del síndrome de piernas inquietas, por lo que llevar a cabo un programa de buena rutina de sueño (acostarse y levantarse a la misma hora, tener un entorno de sueño tranquilo y cómodo) debería ser un primer paso para mejorar sus síntomas.
También se recomiendan estrategias para reducir el estrés y ayudar a la relajación muscular, como por ejemplo realizar ejercicios de estiramientos suaves o alternancia de baños calientes y fríos. Sin embargo, es recomendable acudir a un centro especializado para que le realicen una evaluación adecuada cuando crea que puede padecer este síndrome y su calidad de vida se vea afectada por el mismo.
Gualberto Buela Casal. Catedrático de Psicología Clínica y director del Laboratorio de sueño del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC).
Eva Hita Yáñez. Doctora en el programa de Neurociencias y responsable del Laboratorio de sueño del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC).