Las vacaciones se prestan más que ninguna otra época del año a cometer todo tipo de excesos, como todo sabemos. En la mayoría de las ocasiones estos excesos están relacionados con nuestra alimentación, nos relajamos y queremos disfrutar más que nunca de la comida. Pero esta tónica puede jugarnos malas pasadas, sobre todo por la noche, ya que algunas cenas pueden llegar a dificultar nuestra digestión y hacernos pasar una “noche toledana”; además no sólo se trata de una cuestión de cantidad si no que el tipo de alimentos que comemos también influye en la calidad de nuestro sueño nocturno: grasas, picantes, sustancias estimulantes que incluyen algunos productos (por ejemplo el chocolate). En el lado contrario nos encontramos una serie de alimentos que parece ser que ayudan a dormir, como por el ejemplo el pavo, algunos frutos secos en pequeñas cantidades, cereales, el clásico vasito de leche y algunas verduras.
En cuanto a la bebida, el alcohol también es un enemigo acérrimo del sueño, ya que fragmenta las fases del mismo y nos hace tener un descanso superficial. Al principio tras la ingestión de cantidades ingentes de bebidas alcohólicas, podemos sentirnos amodorrados y somnolientos, pero esto no es más que un espejismo, la realidad es que (como quizás todos hemos podido comprobar) dormimos peor tras haber tomado unas copas de más.
Lo ideal es no darle vacaciones a la alimentación equilibrada y mantenerla durante todo el año, pero si aún sabiendo esto, quieres cometer algún pequeño exceso, cuanto más lejos de la hora de ir a la cama, mucho mejor, lo ideal: unas dos horas antes de ir a dormir.