Desafortunadamente, estos síntomas no desaparecen, a posteriori, en todas las personas, sino que dependiendo de la gravedad del derrame o el tiempo de interrupción del flujo sanguíneo, cada persona experimentará más o menos mejoras. De esta forma, algunas de las personas que hayan sufrido un derrame cerebral recuperarán el funcionamiento físico y mental que tenían antes del mismo, mientras que otras seguirán presentando secuelas el resto de su vida, en mayor o menor grado.
Factores de riesgo
Hay muchos factores de riesgo que aumentan la probabilidad de que ocurra un derrame cerebral. Entre ellos, el más importante es la hipertensión o la presión sanguínea alta, pero también son de mencionar la diabetes, otras enfermedades cardiovasculares, el colesterol, la obesidad y unos hábitos de vida inadecuados (tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, sedentarismo, etc), la edad y el sexo. Además, el hecho de haber sufrido ya un derrame cerebral constituye también un factor de riesgo para poder sufrir otro. Concretamente, la probabilidad de que una persona sufra un segundo derrame puede alcanzar el 20%. Otro factor de riesgo para la ocurrencia de un derrame cerebral son los problemas o alteraciones del sueño.
Importancia de la relación entre el sueño y el derrame cerebral
La relación entre problemas de sueño y el derrame cerebral es importante por partida doble. Por un lado, por el hecho de que los problemas de sueño pueden aumentar el riesgo de sufrir un derrame cerebral en aquellas personas que ya son vulnerables a sufrir uno. Especialmente, los trastornos respiratorios del sueño como la apnea, y trastornos del sueño como el insomnio. Por otro lado, porque los problemas de sueño son muy comunes en las personas que ya han sufrido un derrame cerebral. En este sentido, el haber tenido un derrame puede ocasionar tanto que estas personas lleguen a desarrollar problemas del sueño que antes no tenían, incluida la apnea del sueño, como que empeoren los síntomas de problemas del sueño previos.
Problemas de sueño después de sufrir un derrame cerebral
Así, además de apnea o insomnio, puede que estas personas experimenten somnolencia o fatiga, movimientos de las piernas durante el sueño, despertares nocturnos, alucinaciones o pesadillas, junto a otras alteraciones en las fases del sueño. Estos problemas añaden, en suma, más dificultades a las que ya de por sí tienen que hacer frente en su día a día a consecuencia de las posibles secuelas del derrame.
En conclusión, la mejora o reducción de los problemas del sueño en las personas vulnerables es muy importante para ayudar a disminuir la posibilidad de un derrame cerebral, al igual que en aquellas personas ya afectadas lo es para ayudar a mejorar su calidad de vida o incluso a prevenir un segundo derrame.