De entre los distintos subtipos referidos someramente, nos centraremos en dos de ellos.
Comer sonámbulo.
El primero sería el trastorno alimentario relacionado con el sueño. En este trastorno se producen episodios de sonambulismo nocturno amnésico, la persona camina y realiza actividades cotidianas sin llegar a despertar, de forma que, cuando despierta no recuerda nada de lo sucedido teniendo una laguna desde el momento de acostarse. Durante estos episodios, la persona con este trastorno come de forma compulsiva. En algunos casos la ingesta puede ser incluso de productos no comestibles; también pueden llegar a preparar una comida sencilla (como hacerse un bocadillo por ejemplo). El trastorno resulta peligroso por las consecuencias: la manipulación de objetos que puede dañar a la persona o por la cantidad de alimentos ingeridos que puedan derivar incluso en intoxicaciones.
La prevalencia de este trastorno resulta baja y la mayoría de personas que sufren narcolepsia no lo padecen.
Atracones nocturnos: la hiperfagia vespertina.
El segundo de los trastornos de la alimentación relacionado con el sueño es la hiperfagia vespertina. En este caso las personas con este trastorno pueden llegar a comer la mitad de las calorías diarias durante la cena o durante un despertar a mitad de la noche. En este caso la ingesta es consciente, es decir, la persona sabe lo que está haciendo y no tendrá problemas de recuerdo del hecho. Este trastorno habitualmente se relaciona con trastornos emocionales, ansiedad o de consumo de sustancias.
No obstante, en algunos casos está vinculado con problemas y alteraciones en el ritmo circadiano (anteriormente presentado en este blog). Prueba de ello, es que en algunos casos la persona despierta a mitad de la noche con mucha hambre y sencillamente procede a saciarla.
Habitualmente el motivo para acudir a consulta del especialista no es en sí mismo el comer durante la noche si no que, al hacerlo, la persona se desvela, costándole conciliar de nuevo el sueño. Así pues este insomnio intermedio sería el principal desencadenante para que la persona se preocupe por la situación.
En muchos casos el paciente no acudirá a consulta si puede volver a dormirse o estos despertares no suponen un problema. Por ello, es difícil determinar la prevalencia real de estos trastornos. Aún teniendo en cuenta este hecho, se estima que el predominio es, al igual que en el caso trastorno alimentario relacionado con el sueño, muy bajo.
Como hemos podido ver, estos subtrastornos resultan muy interesantes y pudiendo afectar como se ha visto, no solo al sueño directamente si no ya a la alimentación, y al sueño de forma indirecta.